A partir de las 11 de la mañana, de forma lenta y por goteo, acompañadas o solitarias, llegaron las mujeres: arpilleristas, trabajadoras, artistas, madres, estudiantes o abuelas, bajaron las anchas escaleras de madera del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, enfilaron hacia el Centro de Documentación y rodearon la exposición ‹‹Arpilleras. Por la vida y sus derechos››. Silenciosamente, contemplaron cada una de las arpilleras que retrataron los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Pasado el mediodía, cuando ya eran una treintena, se reunieron en uno de los salones del Museo y formaron un círculo de sillas que fueron llenando representantes de distintas generaciones y barrios que ha lo largo de la región confeccionaron arpilleras en los violentos años de la dictadura, a ellas se le sumaron nuevas generaciones de mujeres que han ampliado esta práctica, trabajadoras, estudiantes, diseñadoras, y artistas visuales.
De frente, mirándose unas a otras, comenzaron una emotiva y fraterna conversación donde cada una se mostraba ansiosa por conocer las experiencias de las otras, con el fin de ir reconociendo y construyendo la historia de una práctica que comenzó a masificarse en los periodos más duros de la dictadura militar, cuando cientos de mujeres angustiadas acudían en el año 1974 al Comité Pro Paz para encontrar alguna respuesta acerca del paradero de sus familiares desaparecidos por la dictadura, explicó Lilia Santos.
Las jornadas eran largas y agotadoras. Fue dentro de ese escenario que al amparo de la iglesia comenzaron a organizarse las mujeres para tejer arpilleras, ya fuese un desahogo, un grito de verdad o una alternativa para ir sumando monedas con las que levantar la olla.
De a poco la iglesia y posteriormente la Vicaría comenzaron a vender las arpilleras fuera del país. “Yo en las mañanas despierto con los dedos apretados, como si estuviese afirmando una aguja. Nosotras en las arpilleras contábamos la verdad, eran como un diario que mandábamos al extranjero. Eso nos hacía grandes, nos hacía tener dignidad, por eso sigo bordando y despierto con mi dedo cansado, porque para mí, un día sin bordar es un día perdido”, comentó frente a la plenaria Sara Lillo, una de las expositoras de la muestra en el Museo.
Victoria Díaz, quien también forma parte del grupo de diez mujeres que le dieron vida a la exposición, abordó la técnica y los significados que los bordados pueden reflejar dentro de una pieza: “Para mí el género representa la época, porque los tiempos han cambiado y la forma en que se visten las personas también. Entonces los materiales que se usaban mostraban cómo nuestro pueblo se vestía y como lo estaba pasando también. Hoy las cosas han cambiado, las nuevas arpilleras tocan otros temas y los géneros también son diferentes”.
Ansiosas por escuchar a las nuevas generaciones, las arpilleras de la escuela más antigua y tradicional, le pidieron la palabra a las más jóvenes. Entre ellas estaban las artistas visuales Paulina Brugnoli, Paloma Castillo y Daniela Pizarro, quienes destacaron el rol colaborativo y colectivo que tiene la creación de arpilleras, a partir de la organización femenina y el traspaso de la técnica por medio de talleres autogestionados que se replicaron en diversos rincones de nuestro país.
Otro de los puntos importantes dentro del encuentro fue abordar la capacidad que tiene esta práctica de representar el mundo interior de cada una de las mujeres, pues detrás de cada arpillera está la historia de una familia, de un detenido desaparecido, del dolor personal.
“Recuerdo que esta fue la última arpillera que hice en uno de los periodos más duros y tristes que me tocó vivir. Me di cuenta que estaba utilizando colores y texturas apagadas. Decidí cambiar las cosas que estaba creando”, comentó Victoria Díaz, mientras recorría de mano en mano el telar con el retrato de una mujer.
“Yo comencé a regalar mis arpilleras en la medida en que causaban algo en las personas. Cuando alguien me comentaba que mi arpillera le había provocado alguna cosa, yo se la regalaba, esperaba que pasara eso para entregarlas, porque para mí eso eso son las arpilleras”, indicó Laura Herrera, quien también expone dentro de la exhibición.
Finalmente, la conversación abordó la actualidad de las arpilleras y conectaron el diálogo con las demandas que ha levantado el movimiento feminista que ha surgido en el país. “Para mí, la dictadura no fue solo a nivel de país, también sufrí una dictadura en la casa, eso muchas veces se reflejaba en las arpilleras, más aún cuando comenzaron a hacerse en talleres con mujeres violentadas. Cuando terminó la dictadura, pensé que también tenía que terminar en mi casa y me fui. Todo eso se ve también en algunas arpilleras”, comentó una de las participantes.
La exposición Arpilleristas. Por la vida y sus derechos se encuentra en el piso -2 del Museo y puede visitarse de martes a domingo de 10 a 18 horas hasta el 05 de agosto de este año.
13 July, 2018